Denton de record
Salí al mar con un único objetivo en mente: el dentón.
Llevaba toda la semana soñando con él y necesitaba esa desconexión que solo el agua me da. Las ganas eran enormes, pero las condiciones no acompañaban: mar de fondo, agua turbia y poca visibilidad. Cada espera se hacía eterna, cada inmersión parecía sin premio.
Tras casi dos horas de insistencia, llegó el momento. En la penumbra, por mi derecha, apareció con toda su fuerza el pez que había estado esperando. No tuve tiempo de pensarlo demasiado: lancé un disparo rápido, instintivo, sin saber si había sido certero o no. Sentí al dentón arrancar con esa potencia brutal que lo caracteriza y, de inmediato, el hilo se enredó en la cabeza del fusil. Temí perderlo.
Con calma conseguí desliar el nylon y le di espacio para correr y esconderse. Fue un instante eterno, cargado de tensión. Finalmente, en la recuperación descubrí que el tiro había sido bueno, limpio, y la captura estaba asegurada.
En ese momento llegó la relajación, la paz. Pude admirar con calma la belleza de aquel pez, sentir la satisfacción de la espera recompensada y el peso liberador de la semana que dejaba atrás.
Aquel dentón no fue solo una captura: fue un respiro para el cuerpo y la mente, un recordatorio de por qué amo tanto este deporte.